La filosofía del movilismo afirma que lo único permanente en esta vida es el cambio.
Cuando contextualizamos esta afirmación en el ámbito educativo, nos preguntamos cuáles han sido los cambios más significativos o revolucionarios de los últimos tiempos en la educación escolar.
Para entender estos cambios, sus efectos y el reto que enfrentamos como educadores y padres de familia, enfocamos nuestra atención en el campo de la tecnología, la pedagogía y la dinámica social.
La Revolución Tecnológica: El Boom del Acceso a la Información
Sin duda, algunas de las mayores revoluciones tecnológicas de los últimos tiempos han sido el Internet, los ordenadores y los dispositivos móviles.
Según un informe de Hootsuite y WeAreSocial, hasta el 2019 hubo un total de 4.388 millones de internautas a nivel mundial, esto equivale al 57% de la población global, de los cuales el 67% tiene acceso a un dispositivo móvil y/o un ordenador.
Esto nos da la pauta de la gran masificación del acceso a la información y de la globalización del conocimiento.
Antes se consideraba que la escuela tenía como función principal transmitir información y valores, pero ahora esta función es desempeñada también por los medios digitales con igual o mayor impacto donde los jóvenes adquieren una gran cantidad de conocimiento desde múltiples fuentes de información.
La Revolución Tecnológica ha generado una transformación en los hábitos, métodos de estudio y formas aprendizaje de nuestros hijos a las que llamamos Revolución Pedagógica y Revolución Social.
La Revolución Pedagógica: Nuevas Metodologías
Como parte de su proceso, la pedagogía reflexiona sobre las preguntas profundas y complejas (que nacen en la cotidianidad) para apoyar permanentemente los procesos de aprendizaje del ser humano.
En el pasado el docente, en su rol de impartidor del conocimiento, era dueño de la información y era considerado el instrumento idóneo para transmitirla. Podríamos decir que contaba con un escenario controlado donde el alumno tenía un rol más pasivo como receptor.
Hoy en día nos enfrentamos ante una disyuntiva compleja de resolver en lo que a la formación integral se refiere: Un escenario con una formación controlada por el docente vs un escenario sin supervisión, donde el proceso formativo es más vulnerable.
Frente a esta vulnerabilidad, hoy en día se está prestando mucha atención a la neuroeducación, a las inteligencias múltiples y a las competencias blandas, pues las tendencias actuales han motivado a percibir al ser humano y sus procesos de formación de una manera más integral, donde ya no basta con memorizar o almacenar información, sino que se ha tomado consciencia de la importancia del manejo de las emociones durante los procesos de aprendizaje y el desarrollo de habilidades como el trabajo en equipo, el liderazgo, la comunicación, la flexibilidad, la paciencia, la persuasión, la motivación, la gestión del tiempo y el autocontrol.
En todo este contexto, vemos que el maestro ha tenido que readaptar su rol de impartidor de información para convertirse también en motivador y formador de las inteligencias múltiples de los individuos. Los alumnos dejaron de ser receptores pasivos para convertirse en actores dinámicos dentro de su propio proceso educativo.
La Revolución Social: La Autononomía del Individuo
La nueva dinámica tecnológica y pedagógica ha dado como resultado una sociedad cambiante e inclusiva donde el conocimiento está cada vez más al alcance del común de las personas (principalmente en las zonas urbanas).
En la actualidad el alumno va ganando autonomía gracias al acceso a la información, donde hay un mayor campo de aprendizaje no controlado, mucho más activo y cuestionador.
Esto está generando nuevas maneras de abordar la enseñanza en las aulas, mayor desarrollo de competencias blandas o expandidas y una fuerte tendencia al aprendizaje autónomo, donde la clave de todo es que los alumnos aprendan a aprender.
Si no podemos controlar todo lo que aprenderán, mostrémosles el camino
En conclusión, la revolución tecnológica ha abierto un mundo de posibilidades ilimitadas en cuanto al acceso al conocimiento, pero esto no es suficiente en el proceso de formación de nuestros hijos, ya que un mayor conocimiento demanda una mayor responsabilidad; entonces pedagógicamente el rol del maestro se vuelve prominente en cuanto a la formación integral de nuestros hijos, desde sus competencias múltiples y apoyo en el proceso de compresión de la información.
A nivel social somos los padres los que debemos enseñar a nuestros hijos a discernir la calidad de información a la que se exponen, definir cuáles son los valores que guían su vida, cuales son los fundamentos de su cultura para definir qué es moralmente correcto o incorrecto y cómo hacer que todo este contingente de formación e información se vuelva útil para su vida y para la sociedad, enseñándoles que entre todos podemos construir un mundo mejor, este es el verdadero desafío.